Porque el cine malo también nos da alegrías y porque muchas veces no son las películas perfectas las más memorables. Abajo con la dictadura del buen gusto. Ahí van mis 7 opciones, de la mala menos buena a la mejor mala.
Está claro que la cuarta entrega no está ni mucho menos a la altura de las mejores películas de la saga. Sin apenas aspiraciones de calidad, sin una trama trabajada, sin personajes con fuerza. Pero entretiene y sirve para pasar un buen rato comiendo unas palomitas y, a poder ser, bebiendo cerveza mientras el dichoso barco se llena de infectados satánicos. Vale, pero ya. Hacen bien en dejarlo aquí.
Wally Pfiester es el director de foto habitual de Christopher Nolan (que aquí produce). Se nota que ha copiado su estilo en todos los sentidos, especialmente en lo técnico. También se suman algunos de los secundarios habituales del director. Pero hay un problema: no es Nolan. La peli es bastante descafeinada. Sin embargo, tiene elementos interesantes de ciencia ficción acerca de la Inteligencia Artificial, derivando incluso en una variante física de la red distribuida. No era mala idea, pero falta un director.
Es pretenciosa, de cartón piedra, artificial al máximo. Se sube al carro de uno de los mejores pintores del siglo XX, Edward Hopper, de forma torpe y fácil. Una vez asumido que es una obra arty que roza lo kitsch, se puede disfrutar de su extraña atmósfera. Poniendo lo suficiente de nuestra parte, y aceptando la temática cogida con pinzas, también podemos sacar algo de partido reflexivo. Este experimento es lo suficientemente esperpéntico para quedarse en la memoria.
La película de Susanne Bier tiene tintes de culebrón y algunos excesos que no permiten catalogarla en el grupo de buenas películas. Sin embargo, también tiene una pareja de actores que se salen, Jennifer Lawrence y Bradley Cooper, y un enigmático Rhys Ifans estupendo. Desde su falta de contención y de sensatez, trata temas como la maternidad, los instintos o adelanta cuestiones sociales que parecen inadecuadas para la época en la que está ambientada, como el ecologismo o el feminismo. Una mezcla explosiva que vale la pena ver.
No hace falta explicar que esta es una mala película. Quizá, su mayor pecado es no ser lo suficientemente mala, como lo era la segunda entrega. Demasiados actores de verdad, capaces de gesticular y actuar, como Harrison Ford y Mel Gibson, difuminan un poco el planteamiento de sacos de músculos unidos. En cualquier caso, una película que sabe conjugar una entretenida película de acción con un desfile de viejas glorias actioner, que tiene un valor metafílmico. No es tan interesante ver a los personajes, como ver a las estrellas. Y tiene la mejor frase postmuerte de la carrera de Stallone.
Ya hablaba mi compañero Beiger de Perdida y los thrillers malos Fincher se ha esmerado en caer en todos los defectos de los thrillers más chabacanos. Con la música barata; con una fotografía aparentemente descuidada; con un guión rocambolesco y predecible; contratando a Ben Affleck. El juego de cine malo bueno que tan bien le sale a Tarantino pero que, a mi modo de ver, no le ha funcionado tan bien al gran Fincher. En todo caso, una película muy disfrutable, especialmente en su primera mitad con una impecable Rosamund Pike. Eso sí, algo machista, pero eso va en el pack de película mala.
Y el primer puesto, cómo no, para el rey, el inimitable imitador, el desvergonzado genio, Paul W.S. Anderson, el mejor director malo. Pompeya es un disparate de principio a fin con un guión inaceptable, unos actores mediocres y una dirección puramente funcional. También es, posiblemente, la superproducción más divertida del año. Una mezcla entre Titanic, Gladiator, Conan. Toda cuestión de calidad sacrificada sin pudor en aras del máximo entretenimiento. La clarividencia de WS queda patente una vez más. Esperando su próxima película.