El plano secuencia. Ese recurso tan complejo, tan difícil de conseguir, infierno de planificación en rodaje, tan vistoso a menudo en pantalla... y tan mal usado, muchas veces. Hay quien acaba por pretender justificar el vacío narrativo mediante vistosos movimientos de cámara, de aquí para allá, de arriba abajo, giro y vuelta a empezar.
De Palma es un adicto, y lo mismo te castiga con espantosas elecciones como te sorprende con el frenético arranque de Snake eyes, todo un ejercicio de estilo. Trucado, por cierto. Pero... ¿quién lo nota? Ya trucó toda una película completa el viejo Hitchcock, con los chapuceros cortes (la métrica obliga) entre rollo y rollo de La soga; desde luego no es su película más interesante, pero de vez en cuando entretiene revisarla.
Con tantas y tantas cosas que Alex de la Iglesia ha filmado maravillosamente, no es su plano secuencia en Los crímenes de Oxford uno de los momentos que mejor ha sabido explotar: Cortes no del todo bien escondidos. Tampoco me convence el frío y mecánico seguimiento al prota de turno en de The protector, chorruna cinta de artes marciales; lo cito porque el plano de marras ha ganado, internet nediante, una fama considerable.
Hablando de acción, tampoco me emociona otra larguísima y famosísima toma, la de Oldboy. La podéis ver justo aquí debajo. En cambio, sí me entretienen (esa es la palabra) el plano de arranque de Breaking news (puro fuego de artificio, claro; pero funciona) y de JCVD (pura nostalgia sazonada con un puntito de sanísimo sarcasmo final).
Mejor funciona, en pleno frenesí, pánico y desesperación general, el plano secuencia de La guerra de los mundos en el que Spielberg entra y sale libremente del coche "a la fuga" que conduce Tom Cruise... superado con creces, increíblemente, por Cuarón en Hijos de los hombres. Técnica al servicio del impacto, más incluso que del espectáculo. Lo de Hijos de los hombres, visualmente, es un escándalo.
Youtube: Podéis ver aquí el impactante plano secuencia, sobre cuatro ruedas, de Hijos de los hombres
Los clásicos:
Antes de continuar con este repaso desestructurado, volvamos a los clásicos. Al arranque de Sed de mal. No me canso de verlo, la osadía de la cámara (baja a ras de suelo, sobrevuela un edificio, el juego de sombras...), ¡la música!, todo, todísimo. Una maravilla.
Gun Crazy, joyita de serie B que, si no recuerdo mal, nos proyectó Hypnos en uno de nuestros findes precríticos, contiene un interesantísimo atraco... no mostrado realmente al espectador, ya que la cámara espera toda la secuencia desde el vehículo en el que escaparán los ladrones. Audaz -y mucho-, para la época.
Ahí está también Robert Altman, que pasará a la historia por el de El juego de Hollywood, pero que tiene unos cuantos, todo sea dicho. Son varios los realizadores que no han tenido miedo a dibujar escenas completas con, únicamente, una solitaria toma. Y no necesariamente realizando complejos movimientos de cámara: Tarkovsky, Allen... No son pocos. Pero sí lo son aquellos que han acertado en su empleo.
Scorsese, experto en la materia -en La edad de la inocencia nos regaló un plano secuencia que es la plena definición visual de la elegancia-, firmó otro para las escuelas de Cine en Uno de los nuestros: La fascinación que el personaje de Ray Liotta siente por el mundo mafioso se dibuja, en cámara, en un plano secuencia ritmoso, pura ostentación, en la entrada al Copacabana. Forma y contenido, ¡bravo!
Youtube: Os lo podéis poner aquí y flipar un ratito entrando con Liotta al Copacabana
Paul Thomas Anderson, discípulo aventajado tanto de Altman como de Scorsese, no reparó en movimientos en Boogie nights. Muy al hilo del desvergonzado colorido y el bailón movimiento de la época que comenzaba a perfilarnos en los primeros minutos de película, jugueteó con la cámara en la escena inicial de la película, repasando una y otra vez cada esquina de la discoteca.
En fin, sentarse a recordar todos, ahora mismo, es misión imposible. Los hay a patadas, y habrá varios imprescindibles que, por caprichos de la (mala) memoria, ahora no recuerdo. Sí me viene a la mente el espectacular momento del estado de fútbol en El secretos de sus ojos. De lo más grande (vista de pájaro) a lo más pequeño, con esa sucia persecución por las entrañas del estadio. Muy efectivo.
Las nuevas tecnologías:
Al hablar de las hazañas varias de gente como Cuarón, el actual Spielberg o Campanella, hay que reconocer que el mérito artesano de los viejos maestros es de aplaudir. Hoy día, el trabajo es mucho, sí, pero los límites, básicamente, han desaparecido. Como muestra, la larguísima toma de presentación de espacios y sobre todo, de llegada de los ladrones, en La habitación del pánico. Fincher se divierte con los ordenadores. Él es, desde luego, uno de los realizadores que mejor y con más criterio los está utilizando en el cine de hoy día. Claro que, en La habitación del pánico, una carísima cinta de suspense con espíritu de B-movie, todo valía.
Mi preferido:
Llegamos al momento que yo esperaba, con permiso de todos vosotros. Si he de quedarme con un plano secuencia de cuantos he visto, me quedo con el inicio de El quimérico inquilino: En una sola toma, Polanski ambienta lúgubremente el escenario en que nos moveremos durante gran parte de la película, y envuelve a las fantasmales y esporádicas figuras vecinales en un halo de negrura y terror muy "a la europea", ayudado por la inmejorable melodía compuesta por Philippe Sarde. Me fascina y me estremece al tiempo. Y esa textura vieja, sucia, carcomida... Un plano al servicio del 'todo': Simplemente, un arranque perfecto.