El perfecto anfitrión ha sido una sorpresa parcial. Los rumores sobre su valía pululaban en la red y en Precríticas. Ciertamente merece la pena creer a pies juntillas lo que se decía de la película. Varios puntos son los que refuerzan el aplauso para con un film valiente y que se ha hecho un hueco en el recuerdo de los cinéfilos.
Lo primero sería la originalidad y dinamismo. Ritmo y juego, flashbacks, con el espectador que acaban por marear mínimamente en una caricia de cine moderno que aplicar sobre las mentes pensantes que dan por hecho acostumbrados a lo de siempre.
Lo segundo, las caras nuevas, cine barato, sin presupuesto enorme que se nutre de sencillez y rostros no demasiado enormes, aunque habría que destacar que David Hyde Pierce, el anfitrión, es un personaje aquí recordado por ser hermano de Fraser en la serie de televisión del mismo nombre, pero que en Estados Unidos ha tenido más proyección.
Lo tercero, las ganas de ofrecer vueltas de tuerca ya con el film avanzado. Esto provoca que mantengamos la atención sin poder evitar el film. Lástima los momentos finales, algo por debajo del resto, exteriores sencilloides y resolución un tanto troquelada sin garra que acaba por concluir no mal pero sí sin la fuerza que podríamos llegar a pensar. No se puede tener todo.
Si lo que se quiere es disfrutar de algo sorpresivo, que nos agarre al sillón en un tono no preocupante pero lleno de curiosidad y agilidad propia del cine comercial pero con sensatez, esta es una película ideal. De esas que siempre se dice, ¿has visto la peli…? Pues tienes que verla.