Festival de San Sebastián > Ciclo: La nueva comedia americana
En 2003, Jared Hess mostraba su
corto Peluca en el festival de Slamdance (el festival que
compite con Sundance en cine independiente, se celebran a la vez). En
un crudo y barato blanco y negro en 16mm, contaba las andanzas de un
grupo de estudiantes inadaptados. Podéis verlo en youtube. Al año
siguiente, Hess ampliaba la historia, con los mismos actores
protagonistas y reproduciendo alguna escena casi exactamente igual:
era su primer largometraje, Napoleon Dynamite. Esta vez se fue
a Sundance. Nacida con vocación de culto, producida por MTV films,
pronto fue un título clave de todo buen indie. Para estar en la
onda, necesitas una camiseta que rece: "Vote for Pedro".
Se podría decir que Jared Hess es una
especie de híbrido venido a menos de Wes Anderson y Todd Solondz.
Sin el talento de ninguno de los dos, del primero toma los gestos
coloridos, encuadres, detalle de objetos naif (por ejemplo, los
créditos iniciales)... Pero el patetismo de sus protagonistas y el
amargo regusto social, se acerca más a la torcida mirada de Solondz.
Los héroes de la historia son absolutos losers con todos los
defectos de los nerds de La venganza de los novatos, pero sin,
ni siquiera, sus virtudes. No son los primeros en la clase de
matemáticas. De hecho, no son los primeros en nada. Napoleon tiene
su momento de gloria, hacia el final, con una fabulosa coreografía,
pero ni con eso compensa su patetismo. Hasta los supuestos villanos,
los más "populares", resultan en ocasiones, más agradables al
espectador. Hess guarda poco cariño hacia su protagonista, arisco,
incapaz de cualquier gesto social. Los novatos eran torpes y
socialmente estúpidos pero en el fondo eran simpáticos. Si nos
remontamos a fuentes más lejanas, como Los incorregíbles
albóndigas (en este mismo ciclo), veremos unos inadaptados mucho más amables.
Es en ese patetismo donde la película
se crece continuamente, consiguiendo momentos verdaderamente
divertidos, atípicos. Con la evasión absoluta de la realidad en la
que viven estos personajes, que a la vez son tan excéntricos pero
también tan familiares, reconocibles en el mundo real (al menos, yo
conozco a alguno del mismo corte). Hess encuentra en ese resquicio
entre la excéntrica fantasía de Anderson y el patético realismo de
Solondz su espacio para desarrollar una película irregular pero con
elementos muy potentes. Una fórmula que le ha funcionado
relativamente en su siguiente película, Super Nacho, pero que parece
que no tiene mucho más que dar. En todo caso, una de las comedias
indies más significativas de la década, que tiene su puesto ganado
por derecho propio en el ciclo de la nueva comedia americana.