Complejo el mundo de los curanderos con poderes mágicos que nos quiere trasladar Oskar SAntos, incurriendo en el escepticismo en mas de una ocasión. Tono de miniserie, sin ritmo, calidad visual y giros efectistas de guión cuando ya hace metraje que se ha perdido el hilo del argumento.
Actores implicados emocionalmente como Eduardo Noriega, Belen Rueda, Angie Cepeda o Cristina Plazas, no siempre pueden pegar los saltos de genero a que les somete el argumento para rebajar la tensión y pierden el canal de la piscina interpretativa en la que se han tirado.
Amenabar, relacionado profesionalmente con el director bilbaíno, ha debido poner su parte de mar adentro en este centro, un angustioso microclima, que es la unidad de enfermos en fase terminal de un gran centro hospitalario. Una oportunidad perdida para analizar mas en profundidad, que debe sentir un medico, nacido para sanar, cuando su trabajo se ve reducido a paliar con delicadeza la proximidad de la muerte. A convertirse en definitiva en un instrumento mas de la maquinaria de la muerte. Como a mi no me duele, como no le conozco...