Hacía tiempo que no disfrutaba tanto en el cine. Hacía tiempo que no veía tanta genialidad. Hacía tiempo que no veía esos colores, lúgubres, líricos, embriagadores, de azul misterio, de azul nocturno. Hacía tiempo que no veía una luna tan preciosamente cobijada entre ramas de árboles muertos pero enamorados de vida.
Hacía tiempo que no veía tanto ritmo. Hacía tiempo que ningún musical alcanzaba estas cotas. Hacía tiempo que el amor y la muerte no se querían tanto como en esta película.
Y NUNCA, NUNCA JAMÁS la animación, por muy técnicamente perfecta que llegue a ser, alcanzará la magia de la stop motion de Tim Burton y sus amigos, esa stop motion que parió la lúcida mente de Ray Harryhausen, al que Burton rinde sentido homenaje bautizando con su apellido el piano que los protagonistas tocan en la primera secuencia de la película.