Sé que voy un poco contra viento y marea mostrándome tan escéptico ante el nuevo trabajo de Mel Gibson. No por la marea de fans que el director de La pasión arrastra consigo (a buen seguro ni uno de esos fans profesa la religión judía, claro), sino porque la película parece estar teniendo una acogida mayoritariamente positiva, allá donde ya se ha estrenado.
Sin embargo, y chocando con la idea de ese grupo de fans ultradefensores de Braveheart Mel, la película está obteniendo unos resultados no demasiado notables en taquilla. El estar rodada en un supuesto dialecto maya, claro, no ayuda. Y Gibson, allá donde va, no para de decir que la película habla de esto, de aquello, que sí, que también... pero que la película es además abiertamente comercial blablablá ratatá. Algo tiene que hacer, hay que vender.
Pero yo, ciertamente, y viendo su último y desastroso trabajo (La pasión, la primera película gorecatólica de la historia del Cine), mucho me temo que Apocalypto no me va a convencer en su faceta artística, en su retrato, en su historia, en su análisis, en su verdad... pero tampoco como entretenimiento. ¿Qué quiere realmente Gibson? ¿Mostrarnos otra gran sangría, ahora en forma de cruenta batalla? Miedo me da.
En cualquier caso, me muestro cauto. Más de uno ha aplaudido el resultado final de la película, así que de manera modesta (¿e inaudita?) decido ser prudente. Ya cargaré la escopeta después de verla.