Las comparaciones son odiosas. Es una frase tan cierta como inevitable a la hora de reseñar esta película. En efecto, si tenemos que hablar de la opera prima de Goro Miyazaki, resulta imposible no referirse a su padre, Hayao. La figura del japonés, insigne maestro de la animación nipona y uno de los directores más apasionantes de los últimos años, es demasiado poderosa como para que la película de su hijo no se vea oscurecida por su alargada sombra. Por eso, debemos tratar de contemplarla como otra producción más del Estudio Ghibli. Efectivamente, creativos como Isao Takahata o el fallecido Yoshifumi Kondo han demostrado que el estudio que apadrina el entrañable Totoro es capaz de hacer grandes cosas sin la ayuda de su miembro más ilustre, pero también es cierto que en ocasiones Ghibli ha realizado producciones innegablemente mediocres, como puede ser el caso de Haru en el reino de los gatos.
Lo cierto es que en esta ocasión la premisa de la que parte el film promete, cuanto menos, levantar pasiones. No en vano se trata de la adaptación de parte de la venerada serie de Terramar, novelas de temática fantástica que su autora, Ursula K. Leguin, ha conseguido llevar al estrellato en los últimos años. Los profesionales de Ghibli, auténticos artesanos del cine de animación actual, van a recrear el mundo de Terramar de manera tan detallada como preciosista. El resto de elementos aunaran las virtudes de las producciones del estudio, empezando por el reconocible diseño de personajes, que tanto contrastan con el carácter épico de lo narrado. A ello ayudará la banda sonora de Tamiya Terashima (a falta de Joe Hisaishi), en la que ha colaborado el español Carlos Ñunez.
Solo nos queda dejarnos flotar en el mundo de magia y dragones del film, cuyo mayor riesgo será no saber distribuir adecuadamente su desarrollo, sobre todo teniendo en cuenta la cantidad de novelas que adapta. Por lo demás, ya es hora de disfrutar de una de las producciones animadas más esperadas de los últimos tiempos. Parece mentira que la película haya tardado tantísimo tiempo en estrenarse en nuestro país. En resumidas cuentas, Cuentos de Terramar debe ser contemplada como una película de animación más del estudio Ghibli. Asociarla a la filmografía de Hayao Miyazaki resultaría algo demasiado mezquino para con su hijo.