Me ha gustado. No hasta límites insospechables pero me ha gustado porque posee ese cine tranquilo de antes, con un actor de aplomo escepcional, y unas comparsas interesantes dirigidas por una señora jueza que se llena de soberbia en abrigo rojo. La tranquilidad con que los acontecimientos nos proclaman la trama, los hechos y preocupaciones del francés protagonista nos deja posos de historia seria y segura que se va asentando en la investigación y escapatoria dando lugar a dos puntos de escape para la ansiedad del público que entiende la no comercialidad de la acción y la necesaria consecución de las conversaciones.
La ambiguedad de Brossard no tan lejana a nuestra vieja europa es excelente destacando la escena con la mujer y el perro, un hombre lleno de fe pero pocos escrúpulos, su justicia que ha de imperar, la actualidad en forma de ley y una trama gubernamental de adorno para no entrar en comparaciones odiosas.
El asesinato, puede que en este film vuelva a esos asesinatos lejanos en los que pocas balas quedaban tras la ejecución. Acción sin comercio, firmeza de guión y lento caminar, porque a veces las historias tienen que marchar así.