Un malvado emperador, un guerrero que basa su vida en la fuerza y el honor... mucha épica y batalla echa por ordenador... un agravio, y la lucha de un hombre hasta convertirse... ¡en leyenda!
Bla, bla, bla... lo de siempre. Estamos ante la Gladiator de este año. Y no es que tenga tan mala pinta. Parece que han hecho un esfuerzo interesante por no confiar en que ganará dinero automáticamente por pertenecer al género al que pertenece, y se han lanzado a hacer el producto bien hecho. Lo que pasa es que hay algo que se ha roto entre el espectador y este tipo de películas. O a mí me gusta creerlo. No es solo que en verano exijamos menos al cine y simplemente queramos pasar un buen rato, es que ya resulta excesivamente irritante el que le repitan a uno los mismos patrones y personajes una y otra vez.
Y ahora tú, espectador, si quieres me contradices y vas a ver esta película porque te da la gana y porque estás en tu derecho. Pero te pido que cierres los ojos y visualices primero toda la película de principio a fin: verás que eres perfectamente capaz y que, para eso, quizá te valga la pena buscarte alguna opción distinta y algo más estimulante...
Ver y olvidar... o directamente no ver.