La primera parte de la película de exagerado preciosismo que me ha entusiasmado, es dura en un sentido estricto tanto en lo comercial del público sencillo, como en lo cinematográfico fuera de toda norma y rigor, y esto, que tiene el riesgo de gustar o no, no ayuda a que permanecer atento a lo que sucede en la maraña a veces estúpida de las batallas e infelices enfrentamientos de poder.
La historia de amor, la ruptura del viejo mundo y la llegada del nuevo, debieran ser suficientes elementos y alicientes para profundizar en ellos hasta el punto incluso de la conversión cristiana de la protagonista, pero sin tener en medio esa especie de tensión estúpida entre soldados de poca monta y máximos mandatarios de poco rascar.
Para hacer que el protagonista se marche es suficiente el demasiado ilógico universo de dudas que posee a pesar de sentirse feliz.
Quizás, la película sin argumento batallesco ni colonizador o al menos solo como contexto pero sin dejar hablar a los niños o gobernadores miles, hubiera existido como una excelente ilusión gráfica de un amor, y lo que ese vivir tranquilo del nuevo mundo significa.
La segunda parte, con la resignación fría de nuestra heroína de la sinceridad, levanta algo un film que en términos generales busca algo concreto, pero aderezado de detalles que estropean un, a mi entender, muy buen cuaderno de planos que a pesar de sugerir hastío, a mí me enorgullecen.