Bien podía haber sido un cortometraje. El resultado hubiera sido mucho más satisfactorio además de "original". Pero ha pecado de estirar el chicle más de lo que debería y finalmente Amen se ha convertido en algo insufrible y muy parecida a "esos clásicos petardos festivaleros" que salen a pitos del Auditorio Kursaal donostiarra. Pocas veces ocurre esto, todo hay que decirlo. Pero Kim Ki-duk ya sabe lo que es que le silben en el Zinemaldia.
La última de Kim Ki-duk ha viajado por Europa con una cámara y ha terminado por grabar a una muchacha perseguida por un sujeto con una máscara antigas, ni más ni menos. Me ha resultado algo tan asiático eso de la máscara antigas por París, Venecia y Avignon como molesto. Se ha salido del tiesto, se ha emocionado, confiado. Lo que la primera media hora me ha parecido algo original (las tres ciudades como un personaje más, los sonidos del tren, de la gente, del agua, tráfico...la prota de aquí para allá, zoom que viene zoom que va...) ameno y dinámico, entretenido ante la ausencia de diálogo verbal, cosa que es difícil, la segunda parte de la cinta se ha desinflado y ha jugado a ser poeta y distribuidor de recursos poéticos, que rozan lo repetitivo que la dejan como una más, algo que no destaca especialmente.
Su formas han sido las de un cortometraje larguísimo (ausencia de diálogo, juegos de planos, estética por aquí...), como si el tiempo fuese oro, pero ha sido su falta de brillo para culminar una obra que en mi opinión en media hora podía haber sido terminada o prolongada de la misma manera la que ha dinamitado a Kim Ki-duk. No considero que Amen sea un aborto pero sí le faltan piezas para formar un buen rompecabezas.
Eso sí, París como personaje empuja, sujeta y evita que todo hubiera sido peor. Un diseño que ha quedado en borrador.