Cuando en un género, como el de acción, ya está todo hecho, el postmodernismo se abre paso para crear películas de acción que reutilizan elementos ya vistos sin mayor trascendencia.
Cuando incluso ese postmodernismo ya aburre, uno tiene dos opciones: o dedicarse a otra cosa, o apretar al máximo el acelerador y ver qué pasa. Y de eso va ésta película, de apretar el acelerador, ni más ni menos. La cosa va tan rápido, que el cerebro no es capaz de darse cuenta a tiempo de que está viendo lo de siempre. Para cuando te das cuenta, la película ya ha acabado. Lo que pasa es que durante el proceso te has reído bastante y te lo has pasado muy bien con una película sin complejos, que sabe lo que es, y que sólo pretende sacar algo de pasta de la enorme tarta del mercado cinematográfico.
Por supuesto no se puede dejar de mencionar ese impresionante final que pone un brocho de oro a una película que no iba nada mal. Sólo el final ya vale toda la película.