Creo que ésta es la película de la Semana de terror que más pereza me da precriticar. Imaginaos hasta qué punto me da pereza verla. Y es que el problema de ésta película es lo vieja que está ya desde su concepción. Situémosla un poco.
Primero: se trata de cine de terror serio. Con todo lo que ello conlleva. En un género que sufre un desgaste comercial tan importante como el que sufre el cine de terror, es muy difícil que el espectador se crea ya nada de lo que pasa. Si apuestas por hacer terror serio tienes que estar muy seguro de tus bazas. Sino, el espectador se acabará riendo de tu película a mandíbula batiente.
El segundo problema es la temática. ¿Vampiros? No. ¿Zombies? Tampoco. ¿Terror japonés? No, por favor. ¿Entonces qué? Pues tatuajes que dan poderes. Todo ello en plan místico. Creo que no se me ocurre nada menos atrayente.
Querido espectador: si te sientes con fuerzas para soportar más de hora y media de película oyendo hablar de poderes místicos que producen ciertos tatuajes, adelante. En caso contrario, huye de ésta película como de la peste.