Crítica de la película La carrera de la muerte por Beiger

Durante una época de mi vida gustaba mucho de ver bodrios de serie B. Una etapa más. Todo pasa. Pero difícil me resultaría olvidar las impactantes películas de Paul Bartel Escenas de la lucha de sexos en Beverly Hills, ¿Y si nos comemos a Raúl? y La carrera de la muerte del año 2000, tres auténticas obras maestras del despropósito y la serie B.

Ésta nueva Death Race afirma ser un remake de La carrera de la muerte del año 2000 (con David Carradine de malo malísimo y Silvester Stalone es una inolvidable actuación de piloto mafioso). Lo que pasa es que mientras la original jugaba a ser un "los autos locos" de Hanna & Barbera en un futuro paródico, ésta jugará a la acción seria en un futuro distópico. O sea, que de remake nada, en todo caso un remix a caballo entre RollerBall y Mad Max.

Si a eso añadimos que el director es Paul W.S. Anderson, cuya filmografía habla por si sola (Shopping (especialmente apreciada por los precríticos), Mortal Kombat, Soldier, Resident Evil o Alien versus Predator) y que el protagonista es Jason Statham (Transporter, Cranck o Snatch) creo que ya tendremos la película perfectamente situada.

Estamos ante un subproducto de acción que nada nuevo aportará al género y que jugará a explotar una serie de premisas mil veces vistas. Yo confío plenamente en la solvencia tanto de Anderson como de Statham para ofrecernos un buen cocktel que aunque no nos sorprenda nos haga pasar una tarde entretenida.

Sin mayores pretensiones.