Casa de Arena y Niebla es una historia sencilla. No hay grandes sorpresas y está narrada de una manera lineal con la pequeña excepción del muy convencional sistema de colocar el final en la primera escena. Dos aspectos en el argumento, la familia rica venida a menos obligada a emigrar, que lleva a situaciones curiosas y paradójicas (como el mercedes de un simple obrero). Y el otro aspecto del argumento coincide, en cierto modo, con la reciente “La casa”, eso sí, tratada de forma diametralmente opuesta. El asunto de la casa que pasa a manos de otras personas con un bajo precio. En este caso vemos tanto un lado como el otro. Un tema, que además de llevarnos a una reflexión sobre la especulación en la vivienda, y el modo de intervenir del gobierno, sirve a la película para hablarnos de la gente. Gente de verdad, ni mala ni buena, con matices, con interior. ¿Qué es lo que necesitaba? Un sólido reparto, y lo tiene.
Jennifer Connelly, ya nos ha convencido a algunos suficientemente de que es una actriz capaz de mucho. Sabe transmitir muy bien sentimientos extremos, en este caso, su tristeza, su desesperación que le lleva al suicidio incluso. Supera de sobra la prueba que se le impone al enfrentarse a un papel duro. Sin juegos malabares de interpretación nos transmite lo que necesitamos. Ron Eldard, por su parte, le da el punto justo a ese policía de buena intención pero de malas formas. Personaje habitual en el cine, pero en este caso muy bien pulido con momentos muy interesantes como el del numerito de su mujer con los niños. Casi se pueden intuir los malos tratos que debió sufrir su madre. Además, una actriz muy desconocida como es Shohreh Aghdashloo (Nadi), con una bien merecida nominación como secundaria, capaz de expresar la superficialidad de una mujer acostumbrada a la riqueza, y el amor y la compasión, casi maternos, que llega a sentir por la desgraciada protagonista. Es otro personaje que muestra la desesperanza, cuando piensa en la deportación, por ejemplo, y transmite muy bien esa sensación. Desgraciadamente creo que el Oscar está muy lejos de ella y más cerca, por ejemplo, de la menos merecida Renée Zellweger.
Párrafo aparte es el que dedico al todopoderoso Ben Kingsley, el orgulloso coronel Behrani que lo da todo por su familia. La solidez de este actor está por encima de la de todo el reparto. ¿Cómo no creer que él es realmente ese coronel? Con su gesto severo y su mano firme. Con momentos de orgullo como el que muestra al despedirse de la obra. Firmeza como la que muestra al no agachar la cabeza ante las amenazas, al pedirle a su hijo que finja ser cobarde, o la manera en la que desaloja siempre a la protagonista. Y, como no, él también muestra desesperación, desde el momento en que hieren a su hijo, hasta que el doctor le da la noticia, su actuación es la más desgarradora que he visto en mucho tiempo. Además me parece un acierto mostrarnos el “antes” de la trágica noticia que el después como es más habitual. Ver la impotencia de un padre rezando en la sala de espera es impactante. Un momento que me sacudió de lleno.
Una dirección sólida en ocasiones atrevida, unos personajes sólidos interpretados por sólidos actores en una sólida historia. Todo esto hace una sólida película digna de ser vista. Problemas de verdad, pero no muy habituales, que se muestran desde varios puntos de vista.