Lo más normal era que al ver la película algo de aburrimiento se instaurara en mis retinas y poca actividad neuronal me secundara, así ha sido, a pesar de destacar un trabajo intenso de musical que logra no parar quieto al personaje central y sus secuaces de risa y alegría acantarina. Como se intuía claramente en mi precrítica, no tengo demasiada simpatía por este espectáculo, pero es que su guión no ha ayudado a que acoge algo de ella en absoluto.
Ese juego exagerado de personajes, puede ser hasta interesante en una comedia, ese tratar de socavar la temática racista a costa de un programa de televisión más que dudable es hasta plausible, pero el tono general de auténtica seriedad contenida, de ser conscientes de la creación de personajes de goma que llegan a su límite con Christopher Walken o John Travolta, tan desmedidos y fuera de tono, que no pertenecen ni al nivel de los engendros de otra calaña que ya de por sí son temibles.
El tono general del film es muy infantil y meloso, demasiado para mí, y los cruces de acciones entre los personajes meras situaciones al uso para un musical de los de antes, que no me hacen demasiada gracia. Otra vez será, cuando disfrute de los cardados y bailes que no tienen tampoco, todo hay que decirlo, demasiado mérito. Aunque detrás de la cámara haya un trabajo que cree en el mito como sucede aquí.
Nikki Blonsky y Michelle Pfeifer son desde luego lo más destacado del film, una por lo que baila y canta, el número primero es escepcional, y la otra por lo que actúa, mejor no volver a verla cantar en este film.