No hay nada más canso, vacío y absurdo que un cuento de
navidad, especialmente los que involucran el mundo de Santa Claus. Bajo este
prisma de negativos prejuicios y puede que traumas infantiles, intentaré
rescatar algo bueno de esta película.
Se trata de una coproducción europea entre Finlandia,
Dinamarca, Alemania, Irlanda. Esto lo considero un valor seguramente positivo,
no por el hecho en sí mismo de ser cine europeo, sino porque los americanos
tienden a la ñoñez infinita cuando recuerdan al gordo de rojo o a sus renos en
este caso. Quizá tenga un punto menos paseteloso y no decaerá mucho en técnica
teniendo a estos países adinerados de fondo. En fin, hoy en día que España saca
adelante películas como Planet 51, no
tiene justificación que la calidad no esté a la altura.
Lo siento, no consigo encontrar más aspectos positivos. Un
renito adorable repleto de buenas intenciones, dispuesto a superarse a sí mismo
y... la historia de todos los años. ¿No basta con que repongan alguna película de
años anteriores? Si total, los chavales no la habrán visto. Pero qué se puede
esperar cuando Zemeckis estrena un enésimo Cuento
de navidad.
El espíritu navideño, los buenos deseos, cuando realmente
todas estas películas se centran en el aspecto más materialista: los regalos.
Apesta. Por favor, lleven a sus hijos a algo más divertido y menos ñoño, Planet 51 para potenciar el producto
nacional, o Lluvia de albóndigas al
menos. No atontemos a los niños tan pronto, que luego ya vendrán las Hannah
Montanas para uniformizarlos.