La directora de Crepúsculo, Catherine Hardwicke, nos presenta una Caperucita roja lejos de la idea principal y cándida del cuento tradicional, de la mano de Amanda Seyfried (Chloe o Mamma mia!), y una retahila de contenidos pasionales y lúgubres que tratan de atraer hacia el terror psicológico light.
El aire crepusculiano inevitable, aunque pueda pertenecer a otro público más adulto como film más abierto, no rechaza la preadolescencia o adolescencia para sentar en la sala a un espectador que ame o guste de ese misterioso no conocido por mí deseo de cine de pasiones y rostros de inocencia sencilla. Probablemente sin la fuerza suficiente para creerse el drama de un triángulo de símiles para con el cuento, se mostrará poco a poco como un lienzo de escenas bellas cada vez más vacías bajo el yugo de la pareja tontorrona protagonista.
Y por supuesto, bajo estas palabras dejo claro que a nadie se le ocurra llevar a niños a esta novela de amor producida por Leonardo DiCaprio, porque no va a ver el viejo cuento sino un intento de cuentistas que adornarán el contenido con las nuevas poses del cine de cariños. Como se ve claramente no me fío de este film que coge estética de prestado para hacer lo mismo de siempre, mal cine sin profundidad pero con medios.