Este formato, de aventura, la que nos queda, triunfa por la acción sin disparos que no suele ser demasiado frecuente, si además de eso le añades algo de miesterio y descubrimiento tras descubrimiento alrededor de obras de arte, sólo te falta a una gran estrella y una chiquita guapetona para hacer una película de reclamo interesante.
La presencia de Tom conseguirá serenidad y tranquilidad, nada de aspavientos, y Audrey le acompañará como angelito en mitad de una historia que de por sí en el exitoso libro está estructurada para el gran público. Si la cámara se preocupa de seguir los acontecimientos con la dosis justa de espectacularidad, seguro que me divierto con los entresijos de la mente colocando caras a la narración, no del todo tan buena pero si interesante.
Para mí lo más importante es poderla colocar en el equilibrio de la aventura, sin descanso pero sensata, y dosis de cine que ya no se hace, poco a poco, con una historia llena y que no acaba por destriparte todo en seguida a punta de amenazas o pistolas ligeras. Le doy una gran oportunidad.