El thriller español va creciendo y lo hace con sostenibilidad y arriesgo, pero también con calma y certeza. Su taquilla es más que decente, su afianzamiento entre el espectador es cada vez mayor, y sus experimentos van siendo gestionados con cuentagotas para no menear el género hacia el lado malo de la balanza de opiniones.
Oriol Paulo se atreve en su dirección novel con una película moderna que parece se atreve de lleno a entrar en las entrañas más importantes del thriller. Sin miedo a generar expectativa y lustrar su producto de empuje consumidor, se lanza a ofrecer un producto que parece puede competir perfectamente con cualquier obra estadounidense de pacotilla. En esta composición admirable me congratulo por él y por todos nosotros siempre en esa búsqueda encriptada por encontrar fórmulas de competición contra la mediocridad yanqui.
Belén Rueda (Los ojos de Julia) llevará a los indecisos, José Coronado (No habrá paz para los malvados) a los maduros y Hugo Silva (Que se mueran los feos) a los más jóvenes. El elenco es sinónimo de proyecto con casta. Algo es algo, hasta puede que no nos decepcione demasiado, puede hasta que sea una película basada en el engaño pero decente, aunque una cosa hay que decir, en Sitges no fue nada.