David Cronenberg ya no es David Cronenberg, eso cada vez está más claro, esta película lo constata, más incluso que la anterior, y bastante similar, Una historia de violencia. Si en aquella aún se apreciaba un interés en ahondar en una reflexión sobre la violencia, aquí no parece existir ningún espíritu de análisis. No confundamos el que haya de fondo una denuncia a la prostitución obligada, con que exista una intención intelectual. Prácticamente cualquier película española contiene denuncia social, y prácticamente ninguna realiza un análisis, una investigación.
¿Y es mala la falta de esa invitación a la reflexión? ¿Necesitamos preguntarnos constantemente sobre la condición humana o demás cuestiones transcendentes? Yo, personalmente no, comprendo que alguien sí. Pero en cualquier caso, Cronenberg ha perdido eso y antes lo tenía, algo le quedaba en su film anterior pero ya no existe.
¿Ya no queda nada de él? Claro que sí, es evidente que su uso de la violencia es más enfermizo que el del resto de los directores de curso más o menos comercial, salvo contadas excepciones. Esa fascinación por cortar un pescuezo con ganas usando una navaja, y esa culminación maravillosa con la escena de la pelea magistralmente rodada. Todo eso está muy bien. No olvidemos la escena de sexo con ese toque tan suyo. Digamos que queda la carcasa de este director.
Sus planos siguen siendo suyos, aprovecha al máximo la figura del protagonista, con sus gafas de sol, con su forma de mirar al cielo sólo para conseguir la postura idónea en el plano. Los personajes no necesitan hablar mucho porque su aspecto es poderosísimo. En especial el de los tres mafiosos, con todo mi respeto a Naomi Watts que siempre está bien y aquí cumple de sobra.
Viggo Mortensen se está ganando a pulso estar considerado entre los mejores. Sin duda sus últimas elecciones han ayudado y confío en que este equipo director y actor continúe dando sus frutos. Al menos se les ve encantados a ambos.
Vincent Cassel está muy metido en su papel, resulta efectivo, desagradable, furioso, enérgico. Me gusta, tiene mucha fuerza y funciona de maravilla.
Pero mi premio se lo doy a ese magnífico actor al que no tenemos demasiadas oportunidades de ver, Armin Mueller-Stahl. Está estupendo en su papel de padrino a la rusa. Verle separando pétalos de rosa es delicioso.
En definitiva, una película que se disfruta de una manera muy sensorial y bastante menos intelectual, aunque para nada es una película tonta, al contrario. Dicho rápido: entra por los ojos.
Si Cronenberg sigue haciendo este tipo de película perfecto, si vuelve un poco a sus temas complejos y propuestas arriesgadas, aún mejor. Eso sí, debería cambiar un poco más el argumento, mafia, procedencia del protagonista...
Una buena película muy disfrutable, aunque quizá algo lejos de la excesiva cantidad de alabanzas que está recibiendo.