Esta película del 2011 es difícil de tragar. Lo que le ha costado entrar en las pantallas denota lo distinta y extraña que puede ser o parecer. Ralph Fiennes, el actor, se estrena en la dirección cansado de entrar en dinámicas de papeles sencillos de mucho resorte económico. Se centra en la obra de Shakespeare Coriolanus para mostrarnos con el mismo título un film pasado al mundo moderno, actualizado a su manera y forma.
Densa y tensa como no podría ser de otra manera tratándose del escritor apodado El Bardo, el film se mueve en caminos intermedios de drama y potencia teatral con la conjunción del cine y su capacidad visual como aderezo y adorno. En ese juego complicado gran parte del público se encontrará incómodo y perdido, como sin situarse en ninguno de los dos mundos, el de las recreaciones clásicas y la modernidad de formas de la mezcla de tendencias.
Por tanto sin ser una película de cine puro y ensayo, sin ser una película intelectual, no deja de tener posos de creatividad más cercana al arte que al divertimento. En la hazaña de acercarse a este film también reside la valentía de no dejarse llevar por el río de marketing si lo que se quiere uno es entretener sin más. A mí me gusta la idea pero debo advertir a los osados remarcando este film con señales de warning o el clásico peligro.