¿John Rambo? ¿Ese quién era? Me suena que era un soldado que enviaron los americanos a afganistán en los años ochenta para ayudarlos contra los rusos.
¿Un sólo hombre? -- preguntaban los soldados afganos -- ¿tienes experiencia militar?
He pegado algunos tiros -- contestaba John Rambo, con ojos entrecerrados y la boca torcida.
Y es que películas como la de Rambo siempre estuvieron allí para ayudar al ejército a mejorar su imagen y facilitar la propaganda del gobierno americano, con sus banderitas y su patriotismo ...
Ahora eso ya no está de moda. Ahora lo que vende es la autocrítica, por eso sorprende ver la vuelta de John Rambo rodeado de una cartelera dominada por En el valle de Elah, La batalla de Hadiza, o Buda explotó (junto con Sherlock) por vergüenza. Parece que, por desgracia, la acción se sitúa lejos de Iraq, así que no veremos una contestación en toda regla a ésta nueva moda de la autocrítica. Ahora bien: que nadie dude de que esa contestación podremos hallarla en la película de forma más o menos velada...
Veamos: ¿qué razones nos quedan para ver John Rambo?
Para mí la película ofrece, por un lado, una buena dosis de ultraviolencia. Como lo tiene realmente difícil para sorprendernos con buenas escenas de acción y a Rambo no le pegan ninguna de las tendencias actuales del género (acción-seca o florituras-orientales), los creadores han optado por pisar a fondo el pedal de la ultraviolencia y ofrecernos ametrallamientos a bocajarro, mutilaciones, y todo lo que Hollywood ha podido aprender del Gore.
Y, por otro lado, la película ofrecerá la posibilidad de reírse a gusto de un personaje que ha sido totalmente sacado de su época y que no resiste el más mínimo análisis lo tomes por donde lo tomes.