Cuando el cine surcoreano se vuelve más asequible para el espectador medio, es el momento para que un festival busque más allá. En esta ocasión, una película difícil, dura, posiblemente densa y sin demasiado ritmo, sobre un exconvicto y todo lo que conlleva su situación. Una película que habla esencialmente sobre dos almas rotas.
Una buena opción para volver a reflexionar sobre el funcionamiento de las penas de cárcel, la reinserción, el odio, el resentimiento social ante una persona que ha roto las normas de esa sociedad. Cuestiones interesantes pero no por ello suficientes para dotar de calidad a una película que puede volverse larga e innecesariamente lenta.
Hasta ahora, nos llegaban esencialmente las películas coreanas que en su país tenían cierto éxito, pero que para nosotros son casi cine independiente, ahora es el turno de aquellas que ya son cine independiente en su propio país. Quizá a muchos pueda parecer excesivo. En cualquier caso, el festival de San Sebastián nos dará la opción de comprobarlo en su sección de nuevos directores. Se trata de la segunda película de Jeon Kyu-Hwan, después de Mozart Town.