Jugar a alterar la leyenda, y además llevándola a terrenos de madurez, no es nuevo. Pensemos en Robin y Marian -en términos muy distintos, claro. Pero digamos que, efectivamente, Mateo Gil parte aquí de un recurso que ya se ha utilizado otras veces.
Lo hace ahora con dos leyendas del Lejano Oeste; no desvelaré quiénes por si alguien acude 'virgen' al Cine, sabéis que escribimos, aconsejamos, analizamos, siempre respetando escrupulosamente cualquier detalle argumental. Pero no dudo que el 95% de nuestros lectores ya saben de quiénes hablo.
Sea como fuere, se está hablando bastante bien del nuevo trabajo de Mateo Gil. Me lo espero algo más maduro, a él también. Siempre ha sido la parte soft, digámoslo así, de la dupla Gil-Amenábar. Su incursión en el resbaladizo terreno de Nadie conoce a nadie le llevó, finalmente, a lo esperado: A patinar, a perder el equilibrio, a caer. No funcionaba.
Pero ahora le espero sosegado. Quizá ambicioso, sí. Pero más tranquilo, menos juvenil, menos impetuoso. Me gustaría encontrar un western disfrutable, con ese sempiterno toque otoñal que, de un par de décadas a esta parte, siempre arrastra toda película "del oeste". Quizá vaya siendo hora, también, de renovar esto, y quizá sea Tarantino con Django unchained quien lo haga. Pero de momento lo que tenemos es esta Blackthorn.
Hay algún que otro secundario en el reparto que me gusta, que me tranquiliza: Es el caso de Sam Sephard o Stephen Rea. A ver cómo funciona Noriega: Cuanto más sucio, zarrapastroso y mal afeitado, mejor. Si nos encontramos al Noriega de anuncio de televisión, mala noticia.
Sea como fuere, y aunque no soy aquí en Precríticas precisamente del sector que más y mejor podría recomendar a Mateo Gil, creo que voy a darle un voto de confianza. Que sea sobrio, y directo, y violento si hace falta, por favor.