No nos engañemos, estamos ante una película pequeña, de nacionalidad israelí, rodada con pocos medios, pero con una puesta en escena muy dirigida a eso que a veces llamamos el puñetazo directo al lacrimal. No nos equivoquemos tampoco, pese a ser una película israelí no nos vamos a encontrar con la enésima vuelta de tuerca del conflicto entre árabes y judíos.
Estamos, según parece, ante una versión un tanto libre de la historia entre Abraham y su hijo, que ha tenido una larga gestación en festivales para conseguir estrenarse más de dos años después en las carteleras. Claro que en las pocas en las que se consiga hacer hueco. La película pasó por el Festival de Cine de Sevilla y triunfó en el Festival de Cine de Tribeca.
David Volach, director y guionista de la película, se aventura en una ópera prima con pocos medios y con un aspecto muy cercano a lo documental y con una alta presencia de la naturaleza, todo cociéndose poco a poco pata un final no apto para lacrimales sensibles.
Queden pues todos avisados.