Her es una historia de
relaciones amorosas de corte clásico.
Her es ciencia ficción de
última generación.
Sí, creo que las dos afirmaciones son ciertas y las consecuencias de cada una de ellas, crean una complejidad aparentemente incompatible que define la personalidad del último trabajo del genial Spike Jonze. Por un lado, sus capas de abstracción hacen que pueda ser difícil llegar a su emotividad de una manera más intuitiva. Sin embargo, las emociones que subyacen son cercanas. Están relacionadas con la ruptura, con el desamor, con la ilusión por un nuevo romance, con una amistad de una conexión especial. Pero eso sí, te obliga a dar un paso sobre el frío vacío del silicio para acceder a algunas cuestiones muy humanas. Te habla del reducido mundo de la pareja y las motivaciones externas a través del concepto de la computación paralela y distribuida.
Her no es una película fácil en absoluto. Se arriesga continuamente. No se permite ninguna concesión en cuanto al personaje virtual. Ni siquiera es una bonita imagen de la cara de Scarlett Johansson en la pantalla. La chica es un sistema operativo, y el autor es consecuente con ello hasta el final. Por otra parte, se plantea una ciencia ficción en la que no solo hay avances tecnológicos, sino que los valores de la sociedad han evolucionado, con una actitud abierta hacia las relaciones virtuales, hacia los videojuegos, etc. Esto, que debería ser algo elemental en el género, desgraciadamente se suele descuidar. A veces por falta de talento y ambición; otras veces porque es una barrera más para que el espectador empatice. Her es un estudio de las relaciones de pareja en el futuro, y ya no hablo solo de la computadra. Una vez más, Jonze es valiente.
Supone un paso necesario y refrescante en la ciencia ficción. Siempre con bastante retraso con respecto a la literatura, se hacía necesario poner en imágenes una buena historia de postcyberpunk, esa corriente heredera y al mismo tiempo contraria al cyberpunk. Un futuro donde la integración con la computación es satisfactoria, donde los desarrollos tecnológicos tienen como objetivo el bienestar. Un subgénero, que en contraposición a su predecesor, solo podía transportarse a imágenes con claridad, a una fotografía colorida y agradable. Jonze aplica un tono optimista a su estilo, con una estética dulce y acogedora. Remarca continuamente en segundo plano los cambios de costumbres -que hoy ya hemos iniciado, y que en la película están más avanzados- acerca de la comunicación.
Tenemos un Joaquin Phoenix excelente como siempre, esta vez contenido. Amy Adams, que ilumina cada escena en la que aparece. Y una Scarlett Johansson que sabe ser sensual sin tener que usar más que su voz. Quizá la película peca a veces de ñoñería algo adolescente, con esa equilibrada inmadurez tan propia del romanticismo indie. Es posible que haya algunos puntos menos brillantes. Pero creo que podemos perdonar todo esto a cambio de los puntos buenos que son realmente buenos.