Es una pena, que no se hay podido conseguir nada más de una adaptación de un libro que se adivina mucho más divertida y brillante, que seguramente ahondará mucho más tanto en las relaciones personales como en la relación de amo y perro.
El director, David Frankel, parece debatirse por momentos entre la típica comedia romántica estadounidense y la verdadera esencia de lo que esta historia nos quiere contar. Los planes de una pareja, sus miedos a afrontar el siguiente paso, los cambios que van produciéndose en la vida y como hay gente que evoluciona y otras no. Y todo eso, en el transcurso de la vida de la mascota de la familia.
Y es aquí dónde las visiones pueden cambiar depende del espectador. Personalmente, la identificación con la vida de esta pareja y su perro ha sido intensísima, consiguiendo al final, que las lágrimas rodaran por mis mejillas hasta después de abandonar la sala, algo que seguramente le pasará a más de uno. Hay ocasiones, que cuando una película consigue despertar estos sentimientos, por lo menos merece la tercera estrella.
Owen Wilson y Jennifer Aniston están bastante decentes en sus interpretaciones. Pero la que realmente asusta es Kathleen Turner en su breve aparición dónde casi está irreconocible.
Es un film disfrutable, de principio a fin, con escenas cómicas entrañables y divertidas, mezcladas con una lectura sobre la vida en común, el sacrificio y sobre como crecemos como personas.
No aburre, pero tampoco entusiasma. Aunque hay una cosa cierta. Las ganas que tuve de abrazar a mi perra al llegar a casa merecieron los euros gastados en la entrada.