Bruno Dumont quiere buscar la reflexión del espectador. Bien. Pero para ello construye una obra desprovista por completo de cualquier aspecto sociológico, que incluso de encontrarse, será casual (no lo digo yo, lo dice él). No atendamos a la relación de la chica con sus padres, no pensemos demasiado en el marco del bombardeo, lo que quiere el director, así lo manifiesta él, es ofrecer una historia puramente poética.
Desgraciadamente, poco queda que reflexionar si no se comparte la premisa. "¿Cómo algo tan bello como el amor desmedido de esta chica puede provocar un resultado tan terrible?" Lo siento, no veo ninguna belleza en la obsesión enfermiza de esta cría confundida con profundos problemas psicológicos, y sin embargo, sí que veo como consecuencia lógica este desenlace. Así que, para mí el asunto está bastante claro. De hecho, no, no está nada claro, me resulta mucho más complejo, pero debería acudir a aspectos sociológicos en los que Dumont no ha querido entrar.
Fuera de todas estas consideraciones, aburrirnos con extensísimos planos en los que no ocurre absolutamente nada, no es una buena idea, por mucho tiempo de reflexión que crea el director que el público necesita. Comparémoslo con Yuki y Nina, vista también en el festival. Allí también se jugaba con largos planos en los que no había ni avance de la trama ni diálogo, pero sin embargo, funcionaban de alguna manera como un elemento de narración indirecta. Aquí no sirven para nada, sólo son tiempos muertos en los que deberíamos estar reflexionando. Eso puedo hacerlo en la calle, al sol.
Una factura correcta es lo mínimo esperable para este director, y la tenemos. Buena fotografía y un gran trabajo de sonido. Desde luego, esto no es ni por asomo suficiente, como tampoco lo es la buena interpretación de la actriz. Dumont ha realizado una película que avanza mucho más despacio de lo que un espectador medio necesita. Creo que ha subestimado considerablemente a su público.