No se ustedes, pero yo apenas noto la navidad este año. Y no me refiero al frío, que lo hace y mucho, sino a los productos navideños. Cualquiera que encienda la tele estos días echará en falta - o no - los clásicos anuncios navideños de muñecas, los turrones, papanoeles, y demás parafernalia. Seguramente a algunos nos guste pensar que ya se ha pasado la ñoñería estúpida navideña, pero está claro que, como para casi todo, la crísis explica mejor el cambio.
La cartelera de cine, otrora llena de estrenos navideños, ahora apenas posee algún que otro título relacionado con estas fechas. Crisis, crisis, y más crisis. Por eso me apetecía darle una buena nota a Franklyn, la película que justifica las lineas que estoy escribiendo.
Lo que pasa es que, pese a que detrás de la cámara esté un primerizo con muchas ganas como Gerald McMorrow, este thriller futurista huele mucho a fantaciencia de esa donde se justifica absolutamente cualquier cosa, simplemente porque "es fantasía". Aunque la estética sea sugerente y las ganas de ver un producto navideño sean muchas, uno no puede premiar una idea cuyo desarrollo seguramente no vaya a ningún lado.
Algunos me tacharán de radical, pero no creo que pueda haber un cuento donde no se cuente nada... por definición.