Kill Bill, lejos de ser una obra sencilla, un entretenimiento, es el proyecto más ambicioso del año. Tarantino ha tratado de juntar en una sóla película toda la esencia del cine de Serie B. Es por ello que en ésta película encontramos tantas referencias por segundo a otras obras de culto para frikis, qué sólo el visionarla una y otra vez permitirá asimilarlas e ir descubriendo todos los diferentes guiños que allí se dan. Sirva cómo ejemplo el hecho de qué los secuaces de O-Ren Ishii (Lucy Liu), vistan con un antifaz propio de Kato, chofer-artista marcial del (super)heroe linterna verde, que aparece en Batman de los años 60 y que era interpretado por Bruce Lee, que, por cierto, es homenajeado una y otra vez durante la 1:45 que dura la película.
Homenaje constante al manga y al anime cuyo momento más explícito sucede durante la larga escena rodada en dibujos, que recuerda,( a los que la hayan visto) a la estética de Blood el Último Vampiro, y que nos recuerda también la larga distancia que tendrá que recorrer la animación occidental, si quiere acercarse al nivel de la oriental.
Más homenajes al cine japonés de acción más reciente, incluyendo en el reparto, de forma muy acertada, a la chica de Battle Royale, qué, volviendo a vestirse de colegiala, interpreta a la guardaespaldas más loca qué el cine haya representado nunca.
Pensé que Kill Bill iba a ser una de esas películas fáciles de entender y que iba gustar a todo el mundo. Lejos de eso, se presenta como una película realmente compleja, con un ritmo totalmente anárquico, con una música que se corta, cambia y evoluciona, ritmo a ritmo, estilo a estilo, pudiendo ver en la misma escena música disco... y acto seguido musica japonesa de lo más popera.
Es kill Bill, además, ultraviolenta. Pero de una violencia, además, exquisita. De tal forma que en algunas escenas, los actores ceden el protagonismo total a la sangre. Sangre qué a veces no tiene un mutis fácil, qué sobreactua, y a la que Tarantino le da demasiadas libertades para que corra a sus anchas por el escenario.
Es también una película arriesgada. Sobre todo durante sus primeras escenas, cuando debe introducir al espectador en la historia. En esa primera escena, cuando Uma Thurman va a matar a Vernita Green y aparece su hija, la película se mueve en la cuerda floja, al borde constante del ridiculo. ¡Es el momento cumbre de la Serie B! Tarantino demuestra una maestria impresionante a la hora de recrear las escenas de las películas de acción de los 70 y 80.
Eso hace grande a Kill Bill; en sus escesos y en sus defectos. A ésta película le falta y le sobran muchísimas cosas para ser una película equilibrada. Y es que el que trate de entenderla fuera del objetivo para el que fue creada "una peli de culto sobre las pelis de culto", no podrá apreciar en Kill Bill más que una gamberrada (qué también lo es).
Miramax nos deja con ganas de más hasta dentro de unos meses. Yo, personalmente, saciaré mis ganas de más, volviéndola a ver varias veces, hasta poder apreciarla en todo su esplendor.