La premisa de ésta película sería uno de los argumentos más trillados y aburridos del panorama festivalero, si no fuera Simon Staho el que se encuentra tras la cámara. Staho no es precisamete un director muy conocido por estos lares, pero puede decirse que se caracteriza por utilizar tramas más o menos trilladas, refrescarlas y llevarlas al límite. Y esto es lo que más me interesa de ésta película: el límite. Llevar al límite las relaciones de pareja (amores, desamores, infidelidades y otros tópicos), sin ser nada nuevo, puede producir una película algo loca e imperfecta, pero que aporte una visión nada habitual en los festivales, tan dados a los planos fijos, diálogos lentos y evocaciones más o menos sospechosas.
Una vez plasmado mi entusiasmo, expondré mis miedos. Y es que, como ya decía en mi postcrítica de Bang Bang Orangutang, a mí me queda la duda. La duda de saber si Staho es realmente un tipo con un estilo arriesgado y fresco, o si hace películas que luego soluciona en postproducción a base de infografía y montaje rápido...
Yo apuesto por Staho.