Quiero pensar que, en muchos de los momentos de esta
película, ha habido una intención voluntariamente cómica, porque si no, no se
entiende que encontremos algunos de los momentos más hilarantes del cine
actual, como la secuencia del interrogatorio agresivo a las ancianas con ese
comienzo insuperable con el protagonista afeitándose detrás de la puerta.
¿Puede estar el director en serio? No me lo creo.
Aunque sin duda, gran parte de la diversión llega de la mano
de un Nicolas Cage completamente
desatado, y posiblemente alentado en su locura. Su caracterización acartonada, casi
robótica, sus gestos desmesurados y sobre todo sus escenas, empapado en crack,
quedarán en los anales del histrionismo, entre ilustres miembros del club de
la mueca como Jim Carrey. Con todo, dentro de su
objetivamente pésima interpretación, Cage consigue una especie de potencia hipnótica,
quizá procedente de la fascinación de lo bizarro, del gusto por lo kitsch. Una
cierta atracción extraña que recuerda a lo que el director conseguía de Klaus Kinski.
Y es que Werner
Herzog no es un director corriente, ni parece tener miedo al ridículo. Crea
unos ambientes viciados, un curso de los acontecimientos insospechado. Es capaz
de pararse a grabar al caimán, o a cualquier otro elemento de la fauna de Nueva
Orleans. Plantea su película como una oda chabacana a una ciudad destruida, sin
caer en los tópicos habituales de fiesta y embrujo acalorado. Busca crear una obra única, que
pueda estar a la altura del cine de culto de Ferrara, y para ello transgrede
hasta los límites del ridículo, no le importa perder todo el crédito de su
película, es como un ajedrecista que va dejando caer sus piezas, convencido de
que al final de sus movimientos suicidas se encuentra la victoria.
Sinceramente, no creo que esa victoria se haya conseguido.
Tampoco creo que gran parte de los elementos que resultan divertidos y dignos
de aplauso en la película sean precisamente voluntarios. La película es un
funeral de la sutileza, un derroche de desatinos. Pero sin embargo, de alguna
manera insólita, funciona.