Finalmente, con Pagafantas ha llegado la comedia más o menos estimable que el público actual le reclamaba al cine español. Ha llegado con la firma de estilo del primerísimo Vaya Semanita que el público vasco ya disfrutó en ETB. Es inevitable recordar aquella clara parodia titulada Aquí no hay quien folle. Por ahí van los tiros.
Ahora Cobeaga ha aprovechado ese bagaje para desarrollar un pequeñísimo grupo de personajes (realmente los más entrañables: los dos pagafantas, el joven y el viejo) y sobre todo para mover la comedia a un perfil que el público sí puede reconocer. Si a propuestas como Fuga de cerebros les falla ya de base el pretender calcar en suelo español el modelo yanqui, que aquí no tiene reflejo real, Cobeaga acierta plantando al chaval más normal, más reconocible, en pleno Bilbao. La normalidad multiplica la sensación de ridículo de las situaciones, y la comicidad crece.
Los actores son los idóneos. No hay mejor actor para el papel protagonista que Gorka Otxoa, con su pinta, sus gestos, sus continuos cambios de peinado, su fracaso pintado en la mirada. Perfecto. Pero la guinda casi se la lleva Óscar Ladoire como su reflejo adulto, años y años de pagafantas sobre sus espaldas. Gran personaje.
Los 'chanantes' Julián López y Ernesto Sevilla son soportes, Sevilla casi ni eso. Con Julián López uno se queda con ganas de disfrutarle más, sabiendo que en eso de hacer reir es, sencillamente, un crack. Y luego está la chica, Sabrina Garciarena. Bien. Alegre, festiva, algo tonta. Como necesita la película.
El problema de Pagafantas es que Cobeaga parece sentir la necesidad de ir acrecentando (es lo que tiene el formato largo frente al más breve y directo soporte televisivo) el ritmo, las risas, la complejidad de sus situaciones. Según se aleja de la normalidad de sus personajes urbanos y bilbainos, los gags pierden algo de chicha, aunque con graciosas excepciones.
Al final, Pagafantas no aporta un producto de gran calidad cinematográfica a nuestra cartelera, pero sí inteligencia a la hora de que nuestra industria se congracie con el que debe ser su público. Y lo consigue haciendo reir con buen gusto.