Este es el típico caso de película difícil de ver porque entra a jugar con lo que en esta sociedad es un tabú. Si eso lo hace un japonés tomándoselo a broma se disfruta, si lo hace un belga, como es el caso, aplicando una óptica bien seria, la película se sufre. Se sufre para bien, claro.
Y el director que ha querido sumergirse en estas arenas movedizas es Stéphan Carpiaux, que ha realizado varios cortometrajes pero que no tiene experiencia en el largo. De ahí que esté seleccionado en la sección nuevos directores del festival de San Sebastián. Lo cierto es que esta película es la clásica elección de este festival. Una película europea completamente dispuesta a hurgar en los rincones más oscuros de un hogar.
La actriz protagonista es Déborah François, descubierta en la película El niño de los hermanos Dardenne, película ganadora de la plama de oro en Cannes. También se le ha visto en La última nota.
Una película que, quizá puede aburrir, pero creo que no dejará a nadie indiferente y que será realista aunque su puesta en escena tenga un estilo más artificioso. Que nadie se lleve las palomitas.