Al final me dio pereza acercarme al cine a verla, incluso he de confesar que la tenía en mi PC, antes de su estreno, en versión original...pero tampoco. Ha tenido que ser una noche tranquila, sin comerlo ni beberlo, cuando he puesto mis ojos ante la nueva de Spielberg. Y, la verdad, es que he quedado gratamente satisfecho.
La película arranca maravillosamente bien, con ese genial Tom Hanks prometiéndonos que la cosa va a mejorar, con una galeria de secundarios maravillosa, y con un Spielberg con ganas de dirigir. Más que unas vacaciones en la Terminal, al Rey Midas de Hollywood le sale la vena más clásica, el monstruo pasa a un segundo plano y aflora el Spielberg-espectador, ése que siendo joven vio y revio cine y tan buen cine. Porque si por algo me maravilla esta película es por su aroma y gusto a comedia clásica de la época dorada hollywoodiense, a Billy Wilder, al Chaplin crepuscular de "La condesa de Hong-Kong", a una serie de películas que me encantan. Rómulo acierta al comparar al Hanks de esta película con Jack Lemmon. Igualmente estoy de acuerdo con él con la reinevención de gags y situaciones cómicas, toda una lección la que nos da Spielberg de loq ue él y otros directores significaron para el cine americano de los setenta.
Igualmente debo destacar la solidez de un guión que se inicia con una situación absolutamente kafkiana, para meternos en una irrealidad en la que todo está en su sitio, es decir, la película puede resultar chocante desde la óptica del más frío realismo, pero dentro de sus reglas, todo funciona y nada desentona, ni el tono, ni los personajes, ni las situaciones, todo va rodado hasta un final, que, lejos del fulgor del arranque, no lo desmerece en demasía. Lástima de una buena idea genial final, de una Zeta-Jones más audaz, y de ganas de haber firmado una de las mejores comedias de los últimos veinticinco años.
Sin duda, una película entrañable, en la que me reencuentro con Spielberg, tras su freudiana y fallida "Atrápame si puedes".