A pesar de la tremenda versatibilidad de la que hace gala el cine actual, el aborto ilegal es un leitmotiv difícil de abordar en una película sin caer en tópicos. Christian Mungiu se atreve pues con un tema bastante delicado aunque ya visto en innumerables ocasiones en los últimos años. Ahora bien, el hecho de que esta temática se desarrolle en la Rumania comunista de finales de los años ochenta promete recrudecer aun más si cabe el argumento de la película. Lo cierto es que no resulta nada fácil llevar a buen puerto este interesante punto de partida. Para que la historia impacte al espectador deberá mantener un delicado equilibrio entre el puro drama y la manera en que los observadores enfatizan con sus protagonistas.
Además del valor intrínseco del film, este puede ser apreciado a través de ciertos factores externos. Por su procedencia, 4 meses, tres semanas y dos días resulta además una excelente muestra de un tipo de cine que no se prodiga demasiado en nuestras carteleras. El valor de esta cinta radica pues en su condición de exponente del nuevo cine del Este. Duro, directo y sin concesiones al espectador. Por si fuera poco, el FIPRESCI y la Palma de oro en Cannes auguran una excelente película.