El hombre de los puños de hierro es un
gran homenaje al cine de artes marciales por un gran conocedor del
género como es RZA. Quizá no lo sea tanto desde un punto de
vista estético, más allá de los créditos iniciales y finales que
imitan a los clásicos de serie B de los años setenta. Los elementos
propios de las coreografías y adornos del nuevo cine de mamporros
estilizados que propician las técnicas infográficas están
presentes, pero por lo demás, lo cierto es que la ejecución es más
bien occidental. Eso sí, referencias y guiños, todos los que quiera
encontrar un aficionado al género.
Puede parecer un tópico, pero que el
director sea un rapero es algo que se deja notar en el estilo de la
película. Lo obvio, es en la excelente banda sonora, que por alguna
razón se adapta como un guante a esta historia oriental. Quizá se
deba a que el tono está más cerca del exploitation (hasta sale Pam
Grier) que del género puro. El caso es que la chulería de
barrio y las luchas de bandas sirven igual para este pueblo perdido
-que muy bien podría ser el de los 13 Asesinos de Miike.
La mezcla propicia la entrada de todo
tipo de ingredientes, que como las delicias de ese restaurante, casi
siempre llevan muchas especias. Personajes con un carisma tan
poderoso como el que borda Russell Crowe, casi se siente como
se ha divertido rodando; o tan épicos como ese herrero fantástico
que se reserva el propio director. Gigantes de latón, hábiles
héroes con trajes llenos de cuchillos, villanos con chispa. Todo
bien aderezado con erotismo a granel, fetichismo y glamour.
La película que comienza compleja, con
varios hilos y muchos personajes, pronto se centra en la diversión
del espectador, con muchos grandes momentos y algunas
excentricidades. Cine de serie B orgulloso de haberse conocido.
Habrá que seguir los trabajos de RZA.