Es complicadísimo, casi imposible, precriticar una cinta de Monte Hellman. La mayor parte de su Cine es imposible de ver por estas tierras, tan sencillo como eso. Y si tomamos como referencia Carretera asfaltada en dos direcciones (¡qué título tan maravilloso!), realmente debemos decir que la referencia, como tal, es dudosa.
Lo es porque aquella era una joyita, irregular, imperfecta, pero una joyita. Es una cinta, además, que ha influído a no pocos realizadores posteriores, y algunos la encumbran sin vergüenza entre sus películas preferidas; es el caso de Tarantino (quizá influya que Hellman sea uno de los productores ejecutivos de Reservoir dogs).
Sea como fuere, no olvidemos algo: Monte Hellman es también un tipo que ha hecho no poca "basura" cinematográfica. Títulos de tercera, cuarta y quinta categoría. Y tengamos muy en cuenta que partió de la factoría de Roger Corman y sus desvergonzadas cintas de una serie B fácilmente clasificable, más bien, como Z.
Pero aquí nos encontramos, de repente, con que este último trabajo de Hellman ha sido seleccionado para la Sección Oficial de un Festival de Venecia muy exigente, que contará a concurso con nombres de postín. Algo le habrán visto. Y claro, además uno ve el título, ese Road to Nowhere que trae ipso facto a la mente el recuerdo de aquella otra carretera, asfaltada en dos direcciones...
...Y ojalá, ojalá, la cosa vaya por aquel camino... Una incógnita.