Bille August llega a nuestros cines y lo hace casi sin que nadie se entere. La verdad es que no creo que August haya llegado a alcanzar el status de realizador de primer nivel, a lo largo de su dilatada carrera. Pero sin duda es uno de esos nombres con pedigrí que debieran levantar cierto interés con cada nuevo trabajo.
Así fue con Pelle, el conquistador, o con La casa de los espíritus, su mayor éxito internacional. Incluso lo fue con Smila: Misterio en la nieve, una película de intriga de pequeñas dimensiones que, sin embargo, tuvo una más que interesante acogida en las taquillas europeas.
Pero con el tiempo se ha ido diluyendo. Salvo la citada Smila, sus últimos trabajos pasan sin pena ni gloria fuera de sus países de producción, y tres cuartos de lo mismo le va a suceder con Adiós Bafana, a pesar de contar con la emergente Diane Kruger dando lustre al cartel promocional.
En la pantalla, un drama sobre el racismo en el continente africano. Una adaptación de una novela, con los problemas habituales que, a menudo, supone. Un protagonista no demasiado talentoso, el hermanito de Ralph: Joseph Fiennes. Y en su haber, un premio sin demasiada repercusion cinematográfica: Fue en el Festival de Berlín; el mérito reconocido, su apuesta pacifista y por la igualdad.
Huele a trabajo menor.