Crítica de la película Yuki & Nina por Iñaki Ortiz

Nobuhiro Suwa vuelve a mostrar con esta película cuáles son sus puntos fuertes y cuáles son sus puntos más débiles. Empecemos por lo negativo. Está claro que es difícil de digerir que en gran parte de las escenas no ocurra nada más que lo cotidiano, un juego de niños, la merienda, etc. Es más sangrante cuando el ritmo en ese sentido es decreciente, la primera parte de la película digamos que tiene más carga argumental y es en su segundo tramo cuando se acumulan las escenas contemplativas, como viene siendo costumbre en su cine, ese ritmo se mueve en el sentido opuesto a la concepción tradicional. Está claro que esto no es un descuido. De alguna manera, el método de Suwa es conseguir ganar el interés del público en las primeras escenas, para luego poder volcarse en su segunda mitad, en un cine más orientado a las sensaciones, a la observación, confiando en que los espectadores ya están atrapados y aguantarán hasta el final. En cualquier caso, un aspecto que considero un contra en el cine del director.

Esta parte final de la película, este estilo contemplativo, recuerda a Un tiro en la cabeza, de Jaime Rosales.  Lo que vemos, lo que se nos cuenta en esas escenas no tiene un valor por sí mismo, o al menos no un interés, sino que busca la reflexión más bien abstracta del espectador. No importa que la atención vuele siempre que sea para reflexionar sobre la propia película. Pensar en cómo será la vida de Yuki en Japón, de qué manera le ha afectado, y los futuros conflictos que puedan tener, todo ello a partir de momentos en los que desde el punto de vista argumental no ocurre nada. Utiliza la mayor parte de esas escenas como elementos modulares que le son de utilidad, y no como un desarrollo vertebral que se deba respetar por encima de todo.

Después de esta valoración negativa, relativamente, paso a los aspectos que se me antojan más interesantes. Por un lado la representación hiperrealista en todos los sentidos. La imagen, el sonido, las excelentes interpretaciones, los diálogos, las discusiones tontas. Y por otra parte, las elecciones técnicas, como el montaje imposible del bosque, o los estupendos planos fijos en los que se juega muy inteligentemente con la profundidad. Además, estos planos tan rígidos ayudan a darle un tono de realismo a la película, convirtiéndonos en observadores de la realidad, como quien mira por la ventana. Nuevamente, un paralelismo con Rosales.

Es cierto que se trata de una película un poco ladrillo, especialmente a medida que avanza, pero también resulta muy interesante en varios aspectos.