Uno siempre acaba discutiendo las denuncias de muchos críticos, aficionados incluso cineastas al respecto de la figura de Bazz Luhrmann, creador de películas muy importantes en el panorama moderno, dentro de una juventud distinta del cine, dinámico y con sentido de las nuevas experiencias de todo tipo, con presupuesto y sin él, y sobre todo con un sobresaliente estilo distinto y desigual comparándola con el resto de films espectáculo que nos presentan. Los ejemplos, Romeo y Julieta y Moulin Rouge. La tercera película es la clave, y creo que le ha servido para madurar y hacerse un sitio enorme en el panorama internacional con mejores críticas a coste de bajar el pistón de la originalidad.
Si al final la cuestión estética es el referente de su cine, no veo porqué no juzgar sus films con este rasero como objetivo, visto que tampoco suelen estar tan apagadas de contenido, lo que ocurre es que su contenido es puramente el amor, sí, ese amor que parece ya no existir, que se agota con la necesidad del mismo en una agonía que los personajes nos hacen pasar en busca de más y más eterna "amorosidad", pero es un contenido al fin y al cabo, el mayor de los contenidos de siempre, love. A partir de ahí, si él consigue dejarme impresionado con sus meteóricos montajes, con su presencia con la cámara inquieta pues doy mi visto bueno, son dominar dos artes realmente complicadas.
En esta ocasión pienso sin embargo, que podemos ver al director más calmado y consciente de una necesidad de reconciliarse con la parte del público que no le acoge con cariño, y puede que estemos ante escenas más cordiales de movimiento, menos vistosas de montaje pero aún así aprovechando la técnica con un poder visual más hacia los académicos. De cualquiera de las maneras, sólo demostrará que es capaz de elevar su talento a varios registros y los que nos quedarán por ver, auguro. No es mi director favorito, aún no tiene filmografía suficiente, pero está en mi agenda, y hasta sus detractores no se atreven a decir demasiado en alto que este tipo no vale.