Crítica de la película La belle personne por Iñaki Ortiz

Christophe Honoré es uno de los autores mejor considerados en Francia, y eso es decir mucho. Antes de dirigir escribía en la revista de cine más prestigiosa del mundo, Cahiers du Cinema, que por si alguien quiere ganar puntos culturetas, hace un tiempo que la tenemos también en edición española. De esta publicación, siempre a contracorriente, salió por ejemplo, el interesante Olivier Assayas. Lo que se puede presuponer de Honoré por esta procedencia y que ha demostrado en sus anteriores trabajos, es un interés intelectual en los proyectos que afronta. Se le ha llegado a definir como el heredero de la Nouvelle-Vague.

Ha participado dos veces en el festival de Cannes, con Dans Paris y Les Chansons d'amour y ahora le toca el turno al festival de San Sebastián. El Zinemaldi sigue apostando por los grandes cineastas franceses de corte independiente. La podremos ver en la sección oficial. Recordemos que el año pasado pudimos disfrutar de una retrospectiva del director Philip Garrel, además de tener en la sección oficial la película de Poirier, La Maison.

Con esta película, Honoré ha versionado el clásico La princesa de Clèves, ambientándola en el París actual. Un opción ya habitual que suele ser un buen punto de partida para construir una adaptación menos fiel y más personal, y en muchas ocasiones más pulida, una manera de prescindir del detalle superfluo y aprovechar sólo la esencia de una de las novelas más importantes de la literatura francesa que ya ha sido adaptada en otras ocasiones. En manos de un autor interesante como este, es de esperar un resultado satisfactorio.

Vuelve a contar con Louis Garrel, sí, el hijo del otro Garrel, con quien ya ha trabajado en varias ocasiones. Seguramente, muchos recordarán al actor por su papel en Soñadores de Bertolucci. Un intérprete muy comprometido con el cine de corte intelectual.

En definitiva, una buena muestra de un cine que requiere un poco más esfuerzo que vale la pena llevar a cabo y en el que los franceses se manejan de maravilla. Puede resultar gratificante para el público dispuesto. Yo, desde luego, lo estoy, y animo a los indecisos.