Crítica de la película Aux yeux des vivants por Iñaki Ortiz

No casa bien el cine ochentero americano de aventuras juveniles (tipo Cuenta conmigo) con el extremismo francés. Los directores, Alexandre Bustillo y Julien Maury, se convirtieron en un exponente importantísimo de lo segundo, del extremismo francés, ya con su primera película, el clásico de culto instantáneo, À l'intérieur. En cuanto a lo primero, ese subgénero americano tan del gusto de algunos, ha querido ser un homenaje, como nos explicaba Maury en la presentación de la película en la Semana de Terror. Un recuerdo a ese cine que veían de adolescentes y con el que esperaban conectar también con los espectadores de su generación.

Lo cierto es que imitan muy bien los rasgos de ese tipo de películas, con algunos momentos musicales y movimientos de cámara propios del cine más naif de Spielberg y su escuela. Estoy pensando, por ejemplo el plano en el que la profesora descubre que los alumnos se han saltado la clase, con un desplazamiento rápido desde ella hasta el pupitre para colocarlo en primer término, y una melodía que invita a la emoción. La caracterización de los chavales, el pequeño pueblo, las carreras en bicicleta casi sacadas de ET. El lugar de imaginación, con galeón incluído, en los viejos estudios de cine. Están todos los elementos. El problema es que la esencia de este cine, el tono blandito y de nostalgia de la adolescencia, queda completamente aplastado por unas escenas bestiales marca de la casa.

Ya desde la contundente introducción, con la siempre oscura Béatrice Dalle, y ese gusto morboso de los directores por la violencia durante el embarazo. No se puede reventar la sensibilidad del espectador en la primer escena y luego pedirle que entre en una historia de chaveles castigados por la severa profesora y familias en trámites de divorcio. Además, en el último tercio, toda la historia se va a un segundo plano y los directores vuelven a un terreno conocido, el del slasher. Una especie de Wes Craven a lo bestia, que por otra parte, es lo que mejor saben hacer. Hay algunas ideas resultonas, como el móvil iluminándose tras la máscara, pero también hay momentos que de absurdos se vuelven cómicos, como cuando los personajes se esconden debajo de una mesa.

La película avanza a trompicones, saltando de un tono a otro, de un género a otro, y por un lado, no termina de aburrir, pero por otro, no termina de funcionar. Varias cosas buenas en un conjunto muy irregular. Maury y Bustillo funcionan mucho mejor con un guión menos ambicioso, donde ofrecer su violencia extrema y su horror salvaje.