No cabe ninguna duda de que la animación japonesa está más de moda que nunca. El mundo del anime se ha popularizado en los últimos años de forma espectacular, hasta llegar a convertirse en un fenómeno social a menor escala de lo que supone en su país de origen. La animación nipona vista por ojos occidentales abandona los estigmas de la subcultura para reivindicarse como un arte estimulante para los espectadores atentos y rentable para quienes lo explotan. En este contexto, el estudio Gonzo, responsable de series como Last Exile, se ha embarcado en el que es su primer largometraje junto a la película Brave Story, logrando con esta opera prima un resultado más que notable.
Desde un punto de vista argumental y de desarrollo, Origin adolece de los defectos propios de las producciones animadas japonesas. El argumento del film resulta ciertamente interesante a pesar de lo maniqueo que pueda resultar en un primer momento. No son pocas las similitudes en este aspecto con la obra de Hayao Miyazaki. Las ideas sobre una naturaleza peligrosa pero siempre condescendiente, la reflexión sobre el hombre y su relación con el entorno e incluso personajes como la ayudante del villano de turno recuerdan a obras como La Princesa Mononoke o Nausicaa del valle de viento, sin duda una comparativa necesaria pero que no beneficia al film de Gonzo. No obstante, Origin es una película más comercial y menos reflexiva, dentro de lo que cabe, que las obras del maestro Miyazaki, lo cual no es necesariamente un defecto.
Es cierto que la película no sabe mantener un ritmo uniforme y que no se desarrollan o explican lo suficiente los hechos y motivaciones que mueven a los personajes a actuar. Se trata de un defecto típico del anime, que aunque no llega a cotas tan alarmantes como para hacer de Origin una mala película, le impide acercarse a categorías superiores. Mamoru Hosoda realiza un digno trabajo pero demuestra que le falta mucho para conseguir imprimir a su obra un sello propio. Que hubiera sido de este film si Miyazaki lo hubiera dirigido!
La animación del estudio Gonzo es encomiable, demostrando una vez más que en el apartado técnico el resto del mundo tiene mucho que aprender para llegar al nivel de la animación japonesa. El uso del color, la integración de las dos dimensiones tradicionales con el 3D más digital o la increíble recreación de los paisajes y entornos de la película son solo algunos de los aspectos a destacar de una producción que entra por los ojos. Resulta imposible no maravillarse ante los tonos de las hojas del bosque, la recreación del agua o el diseño artístico que se esconde detrás de cada toma. Particularmente hermosa es la escena inicial del film, ayudada en gran medida por la espectacular música. En definitiva, Gonzo consigue con este primer largometraje alcanzar unas cotas de calidad artística altísimas y que por momentos recuerdan al mejor estudio Ghibli.
Destaca la aparición de una inspirada banda sonora por parte de Taku Iwasaki, acompañada en su tema de cierre por la celestial voz de la cantante Kokia. Como casi siempre, el aspecto sonoro de este tipo de producciones ralla en unos niveles altísimos y el compositor de bandas sonoras como las de las series Read or Die o Rurouni Kenshin no defrauda con un uso de composiciones musicales que oscilan entre la grandilocuencia de lo orquestal y la hermosura de lo íntimo.
Sin duda, Origin: Spirit of the past resulta un film accesible. Cualquier persona puede acercarse a el y maravillarse con su increíble factura técnica y sonora, aun a riego de perderse en ocasiones dentro de un argumento no del todo bien llevado pero que no resulta complicado en exceso. Quienes conozcan y sepan apreciar la animación japonesa sabrán detectar a tiempo estos defectos y sobreponerse a ellos. Por eso, Origin es una película interesante pero que para los aficionados al anime sube muchísimos enteros.