Segunda participación del siempre polémico director Miike Takashi en el Festival de Venecia de este año. La película entrará a competición y promete ser un auténtico baño de sangre. Se trata de un remake de una película de samurais rodada en 1963 con la clásica premisa de conjunto de asesinos que tienen que matar a un señor feudal, para lo que montan una auténtica escabechina.
Pero el argumento no importa mucho si es Takashi el que se encuentra tras la cámara. Suyas son algunas de las películas que más me han hecho revolverme en la butaca: desde la enferma Visitor Q, pasando por la estilizada tortura de Audition y llegando hasta la insólita Zebraman. Miike es uno de esos directores que nunca deja indiferente: o te apetece entrar hasta el fondo en sus propuestas, o lo rechazas frontalmente. Quizá el mayor problema sea que, dado que ha llegado a hacer hasta seis películas en un año, es difícil saber qué proyectos son realmente serios y cuales pasatiempos para la televisión.
En esta ocasión, creo que estaremos ante una propuesta bastante seria de gore de samurais. Quizá no satisfaga del todo a aquellos que buscan rarezas japonesas, pero se puede descartar que se trate de uno de esos telefilms que pueblan la carrera de este director.
La cosa está clara: ahora que cada espectador decida si ésta es su película.