Supongo que a John Michael McDonagh no le habrá hecho mucha gracia que le cambien así de gratis e innecesariamente la esencia del título de ésta su opera prima The guard o tal y como la conoceremos nosotros El irlandés. Y supongo que también he dejado queriendo la nota negativa de mi precrítica para que todo se centre en el resto, en todo lo bueno que se pueda decir de la misma que no es poco.
El irlandés es una cinta simpática y de corte poco comercial desde un punto de vista formal. Aunque afortunadamente es la típica que pasa el filtro y termina siendo masticada por más espectadores de los teoricamente esperados. Viene empachada de nominaciones en los BAFTA o en los Globos de Oro y se dio una vuelta por la Seminci de Valladolid. Vamos, que de tonta no tiene un pelo. Pero de cachonda, loca y negra andará sobrada. Unámosle además ese minimalismo irlandés que tanto nos gusta.
Esta es la película de Brendan Gleeson. Puede comérsela entera que no va a recibir bronca alguna. Acostumbrados a verlo como el secundario rechoncho y simpático con el pelo rojizo, McDonagh le brinda una oportunidad de soltarse la melena si la hubiera, gritar, ser tosco, torpe, necio pero sobretodo de interpretar, interpretar e interpretar. A quienes le pudimos disfrutar en Escondidos en brujas, película que recomiendo y considero necesaria en estos tiempos, Gleeson cogió mucha altura interpretativa aunque una vez más a la cola de un Farrel que lo está aún mejor.
El país del trévol, la cerveza negra y tantos tópicos va saliendo del envenenamiento de la temática del conflicto armado y comenzando una nueva etapa con actores de primera de uno y otro lado del charco, bajo el aval de la crítica y haciendo reír que no es poco en estos tiempos. Comedia con firmeza, teatro de calidad asegurado todo ello basado en el lenguaje verbal y no verbal y en las armas del mismo. Yo me la veo.