A taste of ink nos habla de muchas cosas, de eternos dilemas y problemas sobre la familia, sobre la juventud, sobre las relaciones, sobre las carencias sentimentales...Nada que no hayamos visto ya. Pero resulta muy destacable que ciertas escenas atrapen tanto, ya no tanto por su temática, si no por esa sensibilidad al filmarla, al plasmarla, que se deja sentir a flor de piel...
Este es el primer largometraje de Morgan Simon, que también escribe y que se presenta en la seccion de Nuevos directores en el 64 Festival de san Sebastián. El film empieza un poco deslabazado, mostrandonos los personajes a media luz, en lo que parece un drama al uso sobre relaciones padre e hijo. Pero Simon quiere contarnos algo más, esa pelea entre generaciones, dónde poco a poco, el hijo va arrebatandole el sitio al padre, no solo en lo relacionado al personaje interpretado por Monia Chokri, si no en todo. La importancia que se le da a los tatuajes como elemento diferenciador con la época de los padres, contrasta con la necesidad de amor y aprobación de los mismos.
El motor de la transicion hacia la ruptura, es una mujer, la novia del padre. Todas las escenas entre ella y el personaje del hijo interpretado por Kevin Azais, son cuidadas y dónde la atracción se traslada desde la pantalla y se vive ese cosquilleo del flirteo y del deseo. Destacable por su originalidad y mensaje, es el momento de los tres, padre, hijo y novia en la misma cama con Julio Iglesias cantando de fondo en la televisión, que resuelve esa pelea generacional.
Una pequeña historia, próxima, cercana, que se palpa y que se deja sentir.