Apocalypto es de nuevo un ejemplo de la capacidad de Mel Gibson de crear épica y heroismo de la nada o del poco, a base de bellas imágenes, fotografías de la fe y el valor, y una serie de imágenes en este caso cámara lenta en ristre que quitan el aliento. Es cierto que podemos estar hablando de un cine concreto para determinadas personalidades que busquen esto mismo, pero aún así vuelve a demostrar que sabe llegar hasta esa línea salvaje donde el espectador no quita ojo.
Aunque echo de menos más minutos en la gran civilización, con más edificios, más detalles de cámara elevada, un ejercicio de muestra de imperio a lo Gladiator en la entrada a Roma, tampoco ha sabido demasiado a poco, y la escena del eclipse es lo suficientemente sorpresiva como mantenernos todavía más si cabe enchufados a lo que se cuenta. La niña si cabe ya nos había avisado de cuanto de religiosidad y hasta que punto podíamos esperar se manejaba en esas tierras, y es entonces, en el día hecho noche cuando entendemos la diferencia de tono de la pequeña.
Después, cuando podría ser que nos aburriésemos con un correr y correr de caras abrasivas, resulta que ha sabido el maestro conseguir llevarnos al extremo de la tensión, al extremo de querer al personaje y a su familia, con una salvación agónica y llena de ilusión que encarna las grandes batallas del héroe por excelencia, logra volver a encandilarnos con la clásica historia de siempre de otra manera y bien. Un acierto de film que no puede pasar desapercibido.